Enséñale a tu hijo que las cosas más bonitas de la vida no tienen precio. Dile que aquello que la felicidad no se compra ni se vende, inícialo desde bien temprano en ese universo donde los afectos siempre van por delante, donde compartir tiempo juntos entre risas y complicidades vale mucho más que un juguete, más que un rato con el ordenador, más que todo lo que tenga ahorrado en la hucha.
Decía Benjamin Franklin con gran acierto que quien opine que el dinero puede hacerlo todo, cabrá sospechar con fundamento que esa misma persona será capaz de hacer cualquier cosa por dinero. No es lo adecuado. Sin embargo, hemos de admitirlo, vivimos en una sociedad donde se nos hace creer esto mismo, ahí donde los propios adultos vivimos supeditados a un mundo donde el consumismo lo rige todo y donde casi sin darnos cuenta, les trasmitimos a los pequeños este mismo valor.
El recientemente fallecido Zygmunt Bauman nos enseñó qué eran las relaciones líquidas y por qué en la actualidad, vivimos en un mundo ansioso por las novedades, aferrado a lo provisional, en los amores desechables, en el consumismo más salvaje…
Estamos inmersos en una economía siempre fluctuante, en esas modas que vienen y van, ahí donde obsesionarnos en tener siempre el último modelo en todo, el último teléfono móvil o el juguete de moda (como es el caso del fidget spinner ahora mismo). Todo ello hace que estemos supeditados a llevar una vida reciclable, ahí donde cambiar unas cosas por otras más nuevas, ahí donde casi nada parece perdurar y donde a su vez, estamos obligados a estar pendientes de un mundo lleno de estímulos donde todo tiene precio. Donde todo se compra y todo se vende.
Nuestros niños, aunque no nos demos cuenta, son muy receptivos a todas estas dinámicas. Y si esto es así, se debe a una razón muy simple: nos ven a nosotros. Ahora bien, por mucho que nos esforcemos a veces en demostrarles que “el dinero no lo compra todo” hay un hecho que ellos mismos percibirán de inmediato.
El tiempo es dinero. Si mamá y papá no están en casa o llegan cansados, es porque van a trabajar, porque tienen que traer un sueldo a casa. Por lo tanto, es inevitable que los pequeños no atribuyan desde bien temprano un valor al dinero… Veamos entonces de qué manera podemos gestionar esta compleja perspectiva en la que todos estamos envueltos.
Si eres una mamá trabajadora o un papá que trabaja de lunes a sábado, no debes obsesionarte con en el poco tiempo que compartes con tus pequeños. En lo único que debes focalizarte es en hacer de esos instantes en que todos estéis juntos, auténticos momentos de magia, de complicidad y felicidad.
Piensa que los momentos compartidos son los que crean en el niño esa memoria emocional que deja huella, que deja impronta. Un juguete no es capaz de generar este impacto en el cerebro del pequeño, por tanto recuerda: regala momentos no cosas.
Para evitar que nuestros hijos “caigan” de forma temprana en esa sociedad líquida de la que nos hablaba el filósofo Zygmunt Bauman, es necesario que desde bien temprano les ayudemos a que entiendan una serie de aspectos.
Si inculcamos en nuestros hijos el valor del cuidado de sus objetos personales evitando el clásico deseo de comprar y de consumir, le estaremos haciendo un favor.
Asimismo, al igual que cuidamos de los juguetes para que no se rompan, de nuestras mascotas para que estén sanas, cómodas y felices, también debemos atender las relaciones con las personas que queremos.
Para conocer más información y saber más sobre estos tipos de trastornos. El centro de logopedia infantil en Córdoba, Centro Educo, estará a tu disposición.
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