El actual sistema educativo, exige a los niños de educación infantil a aprender a leer, pero no todos tienen la madurez necesaria para conseguirlo. Esto no quiere decir que el alumno presente ninguna dificultad específica. Existen una serie de prerrequisitos necesarios para alcanzar de forma correcta la lectoescritura, entre ellos podemos destacar: la adquisición correcta de la lateralidad, de la Organización espacio-temporal, del lenguaje oral en general, y concretamente, la adquisición de la conciencia fonológica, silábica y léxica.

En ocasiones, en los inicios de la escritura los niños no escriben en la dirección correcta y esto hace que inviertan los números o las letras. Si tras un periodo de aprendizaje y repetición continúan invirtiendo o confundiendo números o letras escritas correctamente, es necesario que se descarte que no exista una dificultad de lateralidad cruzada o de los procesos perceptivos que esté provocando estas equivocaciones.

Se denomina Lateralidad cruzada cuando existe una lateralidad distinta de la manual para pies, ojos u oídos (por ejemplo mano derecha dominante con dominio del ojo izquierdo). En estos casos también se habla de “asimetría funcional”. La lateralidad cruzada mano-ojo, ha sido una de las más estudiadas y con frecuencia es sinónimo de problemas en el aprendizaje, en especial en los procesos de lectura y escritura.

El término Disgrafía se utiliza para designar el trastorno de la escritura que afecta a la forma o al contenido. La padecen niños que no presentan problemas intelectuales, neurológicos, sensoriales, motores, afectivos o sociales. Como características se señalan dos tipos de síntomas relacionados. Los primeros, denominados signos secundarios globales, comprenden la postura inadecuada, soporte incorrecto del instrumento (lápiz, bolígrafo, etc.), mala presión del mismo o velocidad de escritura excesivamente rápida o lenta. Por otra parte, los síntomas específicos, ponen su atención en elementos del propio grafismo como gran tamaño de las letras, letras inclinadas, deformes, excesivo espaciado entre letras o muy apiñadas, enlaces indebidos y letras irreconocibles. Para el establecimiento del diagnóstico de la disgrafía es necesario tener en cuenta el factor edad, dado que este trastorno no empieza a manifestarse hasta después de haber iniciado el período de aprendizaje (después de los 6-7 años). No es adecuado el diagnóstico si se realiza antes de la edad indicada.

Es posible dedicar muchas horas al estudio y que éstas no sean eficaces. Como en cualquier otro proceso es necesario Aprender a Estudiar. Evaluar nuestra técnica actual y corregir aquellos procesos que no sean eficaces, puede ser la clave para el aprovechamiento de las horas de estudio.